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Había una vez una tetera que era muy orgullosa. Siempre presumía que estaba hecha de fina porcelana, que su pico era muy largo y ancho, y que su asa era muy elegante, pero de lo que nunca hablaba era de su tapadera porque estaba rota y despostillada.
A ella no le gustaba hablar de sus propios defectos, pero para su desgracia otros lo hacían. Ella sabía que las tazas, la azucarera, la cremera y hasta la bandeja se entretendrían hablando más de su remendada tapadera, que de su magnífico pico encorvado y de su sorprendente asa. Y si tenía razón porque un día escucho lo que decían de ella. Las tazas dijeron: “Se cree mucho porque es más grande que nosotras”. La azucarera comento: “Es una presumida, aunque tiene la tapadera rota”. La cremera también dijo: “Estoy harta de que siempre diga que es muy especial y mejor que nosotras, y eso no es verdad porque todas somos importantes a la hora de servir él te”. Y la bandeja agrego: “Al menos nosotras no estamos rotas como ella”.
Al escucharlas no le importo en lo más mínimo sus comentarios, y pensó: “Yo los conozco, y también conozco mis imperfecciones pues soy muy humilde y modesta. Todos tenemos defectos, pero también tenemos cualidades. Las tazas tienen un asa y la azucarera una tapadera, pero yo tengo ambas cosas y además un pico de un gusto exquisito; soy, en una palabra, la reina de todo el juego de té. Yo soy una bendición para la humanidad sedienta, ya que yo convierto el agua clara e insípida en una bebida refrescante”.
La tetera se sentía muy importante cuando la tomaban para servir él te en las elegantes reuniones, hasta que un día la persona que servía él te, la dejo caer y se quebró el pico, su asa se desprendió, y la tapadera se despegó. Y allí quedo sobre el piso, derramando su delicioso te. Fue un golpe terrible y cruel, y una horrible vergüenza para ella, pero lo más triste, es que todos se reían de la pobre tetera mutilada.
Después de varios días, la tetera dijo recordando ese momento: “Nunca olvidare esa experiencia. Me llamaron inválida y me colocaron en un rincón, y al siguiente día me regalaron a una pobre mujer. Caí en la pobreza, pero después mi vida cambio para mejorar. Un día uno puede ser una cosa, y después otra. Me llenaron de tierra, y me convertí en maceta. Para una tetera, esto es lo mismo a ser enterrada viva. Luego metieron en esta tierra el bulbo de una flor, que se convirtió en mi corazón. Ahora yo tenía vida, poder, y fuerza. El corazón latía, echo raíces y se transformó en una magnifica flor. Al verla, me olvidé de mí misma y de mi antiguo esplendor. La hermosa flor no pensaba en mí. Todo el mundo la admiraba, y yo me sentí orgullosa de eso. Un día alguien dijo que la flor merecía una maceta mejor, así que me partieron por la mitad, y eso me causo un gran dolor. Después me arrojaron al patio, me convertí en un trasto viejo y aquí permanezco con mis recuerdos, y esos nadie me los puede quitar”.