El Niño y el Fantasma de la Morada
11th January 2024
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En los rincones más olvidados de la existencia, donde la realidad y la oscuridad entrelazan sus sombras, se ocultan secretos insondables y entidades que aguardan en silencio. Las casas, testigos silenciosos del tiempo, a menudo albergan misterios que van más allá de la comprensión humana. Entre los susurros de las paredes y los crujidos de los suelos, acechan espíritus inquietos y sombras que despiertan cuando la noche se envuelve en su manto tenebroso.
Hay moradas que, tras décadas de existencia, han acumulado más que simples recuerdos; han absorvido susurros de vidas pasadas, han guardado secretos oscuros en sus cimientos. Las paredes retienen la esencia de sus habitantes anteriores, y en las esquinas, donde la luz apenas se aventura, yace un eco de presencias que se niegan a partir.
Se dice que las casas tienen memoria, y algunas recuerdan eventos traumáticos, albergando energías siniestras que, de vez en cuando, despiertan para manifestarse en formas inquietantes. A medida que el sol se retira y la luna se eleva, estas moradas revelan sus verdaderos rostros, donde lo sobrenatural se entrelaza con la cotidianidad.
Quienes se aventuran a habitar en estos lugares ignoran el riesgo que corren al abrir las puertas de un pasado olvidado. En las sombras, se tejen historias de entidades que se burlan de las leyes de la realidad, susurran promesas falsas y, en ocasiones, se presentan como seres queridos, solo para revelar su verdadera naturaleza cuando ya es demasiado tarde.
Así, advertimos a aquellos que buscan refugio en casas antiguas y abandonadas: tengan cuidado con lo que despiertan, pues no todas las presencias que aguardan en la penumbra son amigables. La oscuridad esconde secretos, y las paredes retienen más de lo que revelan. En estas moradas, donde la realidad se desvanece y la fantasía se convierte en pesadilla, la precaución se convierte en el único aliado contra lo desconocido que se agazapa en la quietud de la noche.
EL NIÑO Y EL FANTASMA DE LA MORADA
En un pequeño pueblo rodeado de oscuros bosques y leyendas tenebrosas, vivía Martha, y su querido hijo Alejandro. Ellos habitaban una antigua casa cuyos susurros misteriosos solo se hacían audibles en las noches de luna llena.
Alejandro era un niño de diez años, de cabello castaño y ojos cafés. Era alegre y curioso, pero también era sensible y temeroso. Su madre, Marta, era una mujer de mediana edad, de cabello negro y ojos marrones. Era una mujer cariñosa y protectora, pero también supersticiosa y temerosa de lo desconocido.
Una tarde, Alejandro se encontraba jugando en el jardín, cuando escucho a su madre que lo llamaba desde la cocina.
“¡Alejandro, ven rápido! ¡Te hice tu comida favorita!”, exclamó la voz de su madre.
Emocionado, Alejandro corrió hacia la cocina. El aroma del platillo favorito de su infancia llenaba todo el ambiente de su hogar. Sin embargo, al llegar a la mesa, notó algo extraño en la mirada de su mama.
“¿Qué pasa, mamá?”, preguntó Alejandro, con voz de preocupación.
Marta lo miró confundida. “Yo no te llamé, cariño. ¿No estabas jugando afuera?”
Una extraña sensación recorrió el cuerpo de Alejandro. “Pero escuché tu voz, dijiste que me habías hecho mi comida favorita”.
Marta se estremeció, notando la confusión en los ojos de su hijo. Ambos se miraron con inquietud, cuando de repente, una voz susurro en la habitación.
“¿Dónde está mi pequeño? ¿No quieres probar la deliciosa comida que preparé para ti?”, dijo la voz, pero esta vez no provenía de los labios de Marta.
Los dos se quedaron paralizados. El ambiente en la habitación se volvió denso, impregnado de una presencia siniestra. Después, Alejandro, armándose de valor, dijo: “¿Quién eres?”
La voz respondió con un eco malévolo, “Soy el espectro que ha observado tu vida. He visto tus alegrías y tus tristezas, y ahora he venido para compartir algo especial contigo”.
El terror se apoderó del niño. Marta, sintiendo la amenaza en el aire, tomó a su hijo y corrió hacia la puerta. Pero a medida que se alejaban, la voz se volvía más fuerte y perturbadora.
“¡No te escaparás!”, gritó la voz. “Soy el dueño de esta casa, y tú también me pertenecerás”.
Alejandro y Marta corrieron tan rápido como podían, pero la voz parecía ir detrás de ellos. La casa se tornaba cada vez más fría y oscura, y Alejandro sentía que el miedo lo asfixiaba.
Finalmente, llegaron a la puerta principal y al salir escucharon como la voz se desvanecía en la oscuridad de la noche. Luego de caminar un rato, se detuvieron para recuperar el aliento. Alejandro lloraba atemorizado, mientras su madre lo abrazaba con fuerza.
“¿Qué fue eso?”, preguntó Alejandro.
“No lo sé”, respondió su madre. “Pero una entidad malvada habita en nuestra casa”.
Después, fueron al pueblo, y les contaron a los aldeanos lo que había sucedido. Todos estuvieron de acuerdo en ayudarlos, y aunque algunos estaban temerosos, aun así, se reunieron en la antigua casa, y realizaron un ritual a base de hierbas, velas y conjuros ancestrales para deshacerse de aquel malvado ser. Aunque la ceremonia fue larga y peligrosa, finalmente triunfaron sobre aquella fuerza oscura, logrando que desapareciera para siempre.
Marta y su hijo nunca olvidaron aquella terrible experiencia. Y a pesar de que la casa continuaba siendo un lugar misterioso, ya no representaba ningún peligro para ellos.
AUTOR: K I D S I N C O
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