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LA MALDICIÓN DE DRÁCULA

En una noche oscura y tempestuosa, Vlad Dracul, príncipe de Valaquia, se encontraba en su castillo, consumido por el dolor. Su amada esposa, Elisabeta, había sido asesinada por los turcos, sumiendo su corazón en una profunda desesperación. Entonces, un juramento silencioso se forjó en la mente de Vlad:  él estaba dispuesto a desafiar los límites de la realidad y desatar cualquier fuerza sobrenatural que pudiera traer de vuelta a su querida compañera.

Angustiado, Vlad acudió con un hechicero quien le propuso que para recuperar a Elisabeta, él debía aceptar el oscuro abrazo de la no-muerte. Vlad sin titubear estuvo de acuerdo, y en un ritual macabro, permitió que una estaca atravesara su corazón, causándole la muerte. En el instante en que la vida abandonó su cuerpo, el hechicero retiró la estaca desencadenando una metamorfosis sobrenatural. Vlad Dracul resurgió de las tinieblas, una amalgama de vida y muerte, convertido en un ser de sombras que llevaba consigo la carga de la eternidad y la esperanza de reunirse con Elisabeta.

De esta manera, Vlad había obtenido los poderes anhelados, aunque el precio pagado era atroz. Emergía de la penumbra como un vampiro condenado a deambular por la noche para saciar su sed con la sangre de los vivos.  Sin embargo, él no estaba dispuesto a renunciar a Elisabeta, así que con sus nuevas habilidades y poderes, juró vengarse de los turcos y recuperar a su amada de las garras de la muerte.

Desde ese momento, se transformó en una figura temible. Sus poderes, vastos e incontrolables, le otorgaban la capacidad de cambiar de forma según su voluntad, controlaba a los animales con un simple pensamiento, y doblegaba las mentes de sus víctimas como títeres en sus manos siniestras.

La elección de sus víctimas era tan arbitraria como cruel; tras seleccionar al azar a sus presas, las torturaba antes de infligirles una muerte violenta y despiadada. Los lamentos de las almas atormentadas resonaban en la noche, mientras la gente del pueblo hablaba de cadáveres encontrados con marcas de mordeduras en el cuello o, incluso, cuerpos decapitados con una frialdad que desafiaba toda comprensión humana.

Este ser de las tinieblas, consumido por su obsesión vengativa, se lanzó a la caza implacable de los turcos que le arrebataron la vida a Elisabeta. Tras una intensa búsqueda, los descubrió ocultos en una fortaleza olvidada localizada en lo alto de una montaña. Ahí desató su furia con una fuerza descomunal, enfrentándolos en una sangrienta batalla hasta que finalmente los derroto.

Sin embargo, la victoria no le otorgó la paz que tanto buscaba, y la sangre derramada no actuó como un bálsamo para las heridas en su corazón. Aunque su venganza se consumó con la caída de sus enemigos, el odio persistió, y su sed insaciable perduro para siempre en la oscuridad que él mismo había desencadenado.

Y así, la maldición de Drácula se extendió por toda Europa, y su leyenda se convirtió en una historia de terror que se contaba de generación en generación. Se convirtió en el vampiro más famoso de la historia, y hasta el día de hoy su imagen sigue siendo una fuente de miedo y fascinación.

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