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LA PRINCESA Y LA RANA ENCANTADA
Hace muchos, muchos años vivía un rey cuyas hijas eran muy bonitas. De todas ellas, la más hermosa era Blanca, la menor. Era tan linda que el mismo Sol a pesar de haber visto muchas cosas bellas en su recorrido, se asombraba cada vez que iluminaba el rostro de la niña.
Cerca del castillo real había un bosque muy grande y lleno de flores que adornaban los senderos. En un lugar abierto, bajo un viejo árbol, había un antiguo pozo. Cuando hacía mucho calor, Blanca iba al bosque y se sentaba a la orilla del pozo; y si quería divertirse, cogía una pelota de oro, la tiraba a lo alto y volvía a cogerla. Era el juego que más la distraía. Pero un día, al tirar la pelota de oro, esta no llego a sus manos, sino que fue a caer dentro del pozo.
La princesa comenzó entonces a llorar sin consuelo. En esto oyó una voz que le decía: ¿Qué tienes, princesa?. Blanca miro a todos lados para ver de dónde salía la voz, y vio una rana que sacaba la cabeza por la orilla del pozo. “Yo puedo devolverte la pelota de oro, pero ¿Qué me das si la saco del fondo?, le dijo la rana. “Lo que quieras, querida rana, le contesto Blanca. Mis vestidos, mis perlas y piedras preciosas, hasta te daría la corona de oro que llevo en la frente”. “No, agrego la rana. No quiero nada de eso. ¡Yo solo quiero ser tu amiga!”. “Te prometo hacer lo que quieras, con tal de que me devuelvas la pelota”, insistió la princesa.
La rana se sumergió en el agua y salió al poco rato llevando en la boca la pelota de oro. La hija del rey, llena de alegría, la cogió y se fue corriendo. “¡Espérate, espérate!, le grito la rana, ¡Yo no puedo correr tanto como tú!”. De nada le sirvió gritar, porque la princesa no le hacía caso; Ella corría hasta su casa olvidándose de la pobre rana y de su promesa.
Al día siguiente, cuando la princesa estaba sentada a la mesa con el rey, se oyó un ruido en la puerta. El rey se asomó y vio que era la rana quien llamaba. “¿Que quiere de ti esa rana?”, pregunto el padre, y Blanca le dijo que no lo sabía. Entre tanto la rana llamaba por segunda vez diciendo: “Blanca, hija menor del rey, ábreme”. La princesa abrió la puerta, y la rana entro acompañando a saltitos a la princesa hasta que llegaron a la silla de Blanca, quien se sentó dejando al animalito en el suelo. Entonces la rana le dijo: “Levántame”. La niña vacilo; pero el rey sospechando que algo rato había sucedió, le dijo a su hija que hiciera lo que le pedían. Enseguida, la rana salto a la silla y dijo: “¡Levántame!. Ahora acércame tu plato de oro para que comamos juntas”.
La rana comió alegremente mientras le contaba al rey lo sucedió. En cambio la princesa no pudo pasar bocado. Al terminar la comida, la rana le dijo a la princesa: “Estoy cansada. Llévame a tu recamara y prepara tu cama de seda para que durmamos”. La hija del rey comenzó a llorar. Tenía asco de la rana, y le horrorizaba pensar en que el animal durmiera en su hermosa y limpia cama. Entonces el rey se incomodó y dijo: “No debes despreciar a quien te ayudo cuando lo necesitaste”. Blanca no tuvo más remedio que cumplir con el consejo de su padre, y se encamino a su recamara seguida de cerca por la rana. Al llegar al dormitorio, la princesa no pudo soportar más la compañía del animalito y cogiéndolo de una pata lo arrojo con fuerza contra la pared, diciendo: “ ¡Ahora descansaras, rana asquerosa!”. Con el golpe, la rana quedo acurrucada y quieta, como si estuviera muerta. Al verla, la princesa sintió vergüenza y pena por su comportamiento. Después de todo, la ranita no era tan fea. Tenía bonitos colores. El vientre amarillo y el lomo verde con puntitos rojos, y una figura simpática. Seguramente que habrían podido ser amigos si le hubiera pedido que viviera en el hermoso lago del castillo. Casi sin darse cuenta, Blanca recogió al animalito y procuro hacerlo revivir acariciándole la cabeza lastimada.
¡Grande fue la sorpresa, cuando al tocarla con cariño, la rana se transformó en medio de rayos de colores, como un arcoíris, en un apuesto joven vestido con elegante y rico traje de príncipe!.
Ante el asombro de la princesa, el príncipe le explico que se llamaba Antonio, y que era el heredero de un reino vecino, encantado por una hechicera, enemiga de su padre, y transformado en rana hasta que una princesa aceptara su amistad a pesar de su apariencia de animal.
Cuando el rey supo lo ocurrido, le ofreció alojamiento al príncipe en el palacio hasta que unos mensajeros fueran al reino vecino a dar la buena noticia, y volvieran con un cortejo que acompañara al príncipe Antonio de vuelta a su casa.
Muy pronto Blanca y Antonio se enamoraron. La boda fue magnifica y al día siguiente, muy de mañana los esperaba una elegantísima carroza tirada por ocho caballos blancos con hermosas plumas en la cabeza, y que tenían por rienda cadenas de oro.
Y cuando llegaron al país del príncipe entraron al palacio en medio de la alegría del pueblo, y vivieron allí siempre muy felices.
AUTOR: HERMANOS GRIMM
CUENTOS Y AUDIOCUENTOS:
1. Blancanieves.
2. Alicia en el Pais de las Maravillas.
3. Cenicienta. Autor: Hermanos Grimm
4. La Bella y la Bestia.
5. Caperucita Roja.
6. La Bella Durmiente.
7. Pulgarcita.
8. El Rey Midas.
9. La Gallina de los Huevos de Oro.
10. El Patito Feo.
11. El Regalo de las Monedas de Oro y las Ranas.
12. Anansi La Araña Avariciosa.
13. La Tortuga y el Pajaro.
14. El Elefante sin Amigos
15. Los Amigos que no Ayudan
16. El Invitado de Honor.
17. Por Que Anansi Tiene Ocho Patas Delgadas.
18. Lluvia de Monedas de Oro.
19. El Gigante Egoista.
20. El Gusanito Sin Luz
21. El Sol y el Viento
22. El Lobo y las Cabras.
23. El Hombre Avaro y su Tesoro.
24. La Mariposa Vanidosa
25. El Hombre Pobre y el Hombre Rico
26. La Hormiga Precavida
27. El Raton Egoista.
28. Kushisake Onna.
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Tags: bosque, Hermanos Grimm, palacio, princesa, principe, rana, rana encantada, rey