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El Enano Saltarin

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EL ENANO SALTARIN

Hace mucho tiempo en una pequeña aldea, vivía un humilde molinero con su bella hija.  Un día el molinero se enteró de que el rey deseaba casarse con una joven que además de bella también fuera rica, así que acudió al palacio y presumiendo le dijo al rey: “Su majestad.  Mi hija es muy hermosa y tiene el gran don de hilar paja en una rueca y convertirla en hilos de oro”.   El rey, sintiendo curiosidad mando buscar a la muchacha y ordeno que la encerraran en la torre más alta del castillo.  Después, de que los sirvientes llenaron la habitación con paja, el rey se presentó ante la joven, y le dijo: “Si esta noche conviertes esta paja en oro, mañana te dejare libre, pero si no lo haces te quedaras aquí encerrada para siempre y nunca más volverás a ver a tu padre”.  Al irse el rey, la hija del molinero empezó a llorar angustiosamente ya que no sabía de qué manera iba a convertir la paja en oro, y musito tristemente: “Ojalá alguien pudiera ayudarme”.  Repentinamente, apareció un extraño enanito, y le dijo: “Yo puedo ayudarte a convertir la paja en oro, pero a cambio deberás regalarme el collar que llevas puesto”.  Ella lo miro acongojada porque no deseaba deshacerse de ese collar que había sido un regalo de su padre, pero aun así estuvo de acuerdo y se lo dio al enanito que sin quejarse se paso toda la noche hilando la paja y convirtiéndola en hilos de oro.  Al día siguiente, el rey entro a la habitación, y vio maravillado que toda la paja había desaparecido y que ahora el cuarto estaba lleno de oro.  Después, guiado por su avaricia, llevo a la joven a una habitación más grande y con más paja, y exclamo: “Si conviertes esta paja en oro, esta misma noche serás libre y podrás ver a tu padre”.  

Esa noche el curioso enanito volvió a aparecer en la habitación, y le dijo:  “Te ayudare una vez más, pero ahora tendrás que darme el anillo que llevas puesto”.  Ella sin pensarlo se quitó el anillo que había pertenecido a su madre, y se lo dio llorando, pero con la esperanza de poder salir de allí. El enanito empezó a hilar la paja más rápido que nunca, y antes del amanecer dejo la habitación llena de hilos de oro.  Una vez más, el rey se quedó asombrado al ver que la joven había cumplido sus órdenes, así que la llevo a una habitación mucho más grande que la anterior, y repleta de más paja, y entonces le dijo: “Si vuelves a convertir toda esta paja en oro, me casare contigo y serás mi reina”.  Al llegar la noche, el enanito apareció de nueva cuenta.  “No tengo nada que darte”, le dijo la joven sollozando.  “No tengas miedo”, le respondió el enanito y agrego, “sé que por ahora no tienes nada, así que te ayudare con una condición.  Debes prometerme que cuando te cases con el rey y tengan su primer hijo me lo entregaras a mí”. La joven, que sabía que nunca podría convertir la paja en oro, desesperada le contesto: “Acepto el trato, te daré a mi primer hijo”.  Y así como en la noche anterior, el enanito convirtió toda la paja en oro, y después de terminar su labor desapareció 

A la mañana siguiente, cuando el rey entro a la habitación se sorprendió al ver que nuevamente estaba llena de oro, y pensando que la hija del molinero podía hacerlo aún más rico de lo que ya era, se casó con ella rápidamente.

Pasaron los años y nació su primer hijo.  Era tanta la felicidad por la llegada del heredero, que la joven olvido la promesa que le había hecho al enano. Sin embargo, un dia el enanito regreso a reclamar al niño, y ella temerosa de que el rey la encerrara en la torre, le dijo suplicando:  “Te daré todo el oro que quieras, pero por favor no te lleves a mi hijo”.  “No me interesa tu oro, pero dejare que conserves a tu hijo si en tres días adivinas mi nombre, y si fracasas, me quedare con él”, le respondió el enanito.  Pasaron dos días y ella continuaba recitando nombres, pero ninguna de sus respuestas fue la correcta.  Angustiada, la reina decidió enviar a un mensajero para que siguiera al enanito y así poder descubrir cómo se llamaba.  Al llegar al bosque, el enano se subió a una enorme roca, y grito alegremente:

“Mañana iré a ver a la reina,

Su hijo será el pago de una deuda,

Alegre cantare con mi violín,

Porque soy el enano Saltarín”. 

Al día siguiente, el enanito regreso al palacio y la reina al tenerlo frente a él le dijo: “¿Acaso te llamas Enrique, Oscar, Félix, Luis, o Roberto?, después permaneció en silencio, y agregó: “¿O eres el enano Saltarín?”.  El enanito la miro furioso porque su plan había fracasado, después dio un salto tan fuerte que abrió un gigantesco agujero en la tierra, y por allí desapareció para siempre”.   

Autor: Hermanos Grimm

Adaptado por: Kidsinco

 

 

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