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EL TESTIGO MUDO
Había una vez un hombre muy pobre que iba en su caballo rumbo al pueblo. Ya habían pasado varias horas desde que había salido de la granja donde trabajaba, y empezaba a sentir el cansancio de aquel largo recorrido. “Lo único que deseo es descansar”, él pensó. De pronto vio un árbol a la orilla del camino, así que se bajó del caballo, lo amarro al árbol, y se recostó sobre la hierba para dormir un rato antes de proseguir su camino.
A los pocos minutos, un hombre muy rico que pasaba por allí, también se detuvo y empezó a amarrar su caballo al mismo árbol. “No amarres allí tu caballo. Mi caballo es muy salvaje y puede matar al tuyo, así que te aconsejo que lo amarres en otro árbol”, le dijo el hombre pobre. El hombre rico lo miro con desprecio y le contesto: “Tu no me vas a decir lo que debo hacer, por lo que amarrare mi caballo donde yo quiera”. Y en efecto, así lo hizo, amarro su caballo al árbol, y se sentó en el suelo a descansar. Repentinamente, escucharon un fuerte ruido, y al voltear para ver lo que sucedía, vieron que los caballos se estaban pateando y peleando ferozmente. Asustados, los dos hombres se levantaron para intentar detenerlos, pero ya era demasiado tarde; el caballo del hombre rico había muerto.
“¡Mira lo que tu caballo le hizo al mío!”, grito enfurecido el hombre rico, y agregó: “¡Pero te juro que pagaras por esto, y por eso ahora vendrás conmigo al pueblo para que seas juzgado por tus acciones!”.
Al llegar frente al juez, el hombre rico le dijo llorando: “Usted es un hombre sabio, y he venido hasta aquí en busca de justicia. Yo tenía un hermoso caballo que murió por culpa del caballo salvaje de este hombre que esta frente a usted. Se que no puedo recuperarlo, por eso le pido que por favor le ordene que me pague cien monedas de oro por mi caballo, o de lo contrario, envíelo a prisión”.
El juez lo miro detenidamente, y le respondió: “No tan rápido, porque cada caso tiene dos versiones diferentes”. Después, miro al hombre pobre, y le pregunto: “¿Es verdad que su caballo mato al de este hombre?”. El hombre pobre bajo la mirada, y el juez al ver que no le contestaba, le volvió a preguntar: “¿Es usted tonto, o no puede hablar?”. Pero ninguna palabra salió de los labios de aquel pobre hombre. Posteriormente, el juez se dirigió al hombre rico, y le dijo: “¿Qué más puedo hacer por usted? “¿Acaso no ve que él no puede hablar?”. El hombre rico desesperado, le contesto: “¡Claro que si puede!. El hablo conmigo en aquel fatídico lugar”. “¿Cuándo ocurrió eso?”, le contesto el juez. “Cuando yo amarre mi caballo al árbol”, le respondió angustiado el hombre rico. “¿Y qué fue lo que le dijo?”, le pregunto el juez. “Él me dijo: No amarres tu caballo al árbol porque mi caballo es más salvaje que el tuyo y puede matarlo”. El juez sorprendido le respondió: “Entonces este pobre hombre le advirtió que su caballo era salvaje, y aun así a pesar de que usted fue advertido decidio amarrar su caballo junto al de él. Esto cambia todo. Usted es el culpable, y no él”. Luego el juez le pregunto al hombre pobre: “¿Por qué no respondio a mis preguntas?”. A lo que hombre pobre, le contesto: “Estimado juez, si yo le hubiera dicho que le advertí que no amarrara su caballo junto al mío, él lo hubiera negado. Por esa razón, lo deje que el contara lo que sucedió, y de esta manera ahora usted ya sabe toda la verdad”.
Esta respuesta dejo satisfecho al juez, por lo que admiro la sabiduría de aquel hombre, y el hombre rico se fue de allí sin lograr lo que quería.
AUTOR: CUENTO ARABE
ADAPTADO POR: KIDSINCO
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Tags: caballo, El Testigo Mudo, Hans Christian Andersen, hombre pobre, hombre rico, juez, justicia