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Así como en los bosques, en los ríos, y en las montañas habitan espíritus sagrados que anhelan ayudar y proteger al hombre, en cada ser humano habita un espíritu de ambición que anhela con frecuencia tener lo que no necesita.
Es común que los hombres que trabajan arduamente todos los días para ganarse el sustento de cada día, se cansen y deseen tener una vida mejor, y cuando esto sucede, los espíritus de la naturaleza intervienen para otorgarles a los que se lo merecen, cualquier cosa que deseen y que los pueda beneficiar.
EL PEDRERO
Había una vez un pedrero que todos los días iba a una gran montaña y cortaba trozos de piedra que después utilizaba para hacer casas, lapidas, o para diferentes propósitos. La gente lo respetaba porque era muy trabajador, confiaban en él, y como tenía muchos clientes, el dinero que ganaba le servía para cubrir sus principales necesidades.
Este hombre vivía en una pequeña y humilde cabaña hecha de madera. Tenía una pequeña sala en donde por las tardes se sentaba a descansar, una mesa y una silla, una cama hecha de piedra, y una vieja estufa para cocinar. En general, el se sentía satisfecho con su vida y con lo que hacía, y no pedía más de lo que ya tenía.
Ahora bien, la gente del pueblo decía que en la montaña vivía un espíritu que de vez en cuando se les aparecía a los hombres y con su magia los ayudaba para que se convirtieran en hombres ricos y prósperos. Sin embargo, el pedrero nunca había visto a este espíritu, y cuando la gente lo mencionaba, él se reía y movía la cabeza con incredulidad.
Cierto día, el pedrero llevo una lápida a la mansión de un hombre que era inmensamente rico. Al llegar a la puerta toco un timbre de plata, después un sirviente lo recibió y lo llevo al interior en donde vio cosas hermosas con las que jamás había soñado. Las paredes eran de oro, los candelabros de cristal, y en el centro de la habitación había una gran escalera de mármol. ¡Nunca en su vida había visto tanta riqueza! Sintió tristeza, y su trabajo diario le pareció poca cosa. Todo era rutinario, aburrido, difícil, y sintiéndose decepcionado de sí mismo, pensó: -¡Yo sería feliz si fuera un hombre rico. Si pudiera dormir en una cama con sabanas de seda, en una habitación con cortinas de oro, y si no me doliera el cuerpo de tanto trabajar! -.
El espíritu de la montaña lo escucho, y para sorpresa del hombre, le dijo: -¡He escuchado tu deseo, y un hombre rico serás!-.
El pedrero miro a su alrededor, pero no vio a nadie, y pensó que aquella voz había sido el producto de su imaginación. Después, recogió sus herramientas, y desanimado se fue directamente a su casa. Al llegar, se quedó paralizado de emoción, ya que su pequeña cabaña de madera se había convertido en un gran palacio. Los muebles estaban hechos de la madera más fina, y su habitación era tal y como la había deseado. Él estaba encantado, y al estar sumergido en tantas comodidades, lujos, y riqueza, rápidamente olvido su vida anterior.
Paso el tiempo, y llego el verano. Un día hacia tanto calor que el pedrero apenas podía respirar, así que decidió quedarse en su majestuoso palacio para mantenerse fresco. Sin embargo, rápidamente se aburrió de no hacer nada, y al asomarse por la ventana para ver lo que sucedía en el mundo, vio que por la calle iba pasando un carruaje que era arrastrado por sirvientes elegantemente vestidos. En el carruaje iba un príncipe que portaba una corona de oro y piedras preciosas, y sobre su cabeza uno de los sirvientes mantenía una gran sombrilla dorada que servía para protegerlo de los inclementes rayos del sol. – ¡Oh, sería tan feliz si tan solo yo fuera un príncipe y pudiera pasear en un carruaje como ese, y tener una gran sombrilla dorada sobre mi cabeza! -, pensó el pedrero.
Una vez más, la voz del espíritu de la montaña le contesto: –¡He escuchado tu deseo, y un príncipe serás! -.
Y así fue. En un abrir y cerrar de ojos, el pedrero se convirtió en un príncipe que iba sentado en un fastuoso carruaje acompañado de varios sirvientes, mientras uno de ellos se encontrada detrás de él sosteniendo una enorme sombrilla dorada para protegerlo de los rayos del sol. Todo era exactamente como su corazón lo había deseado. Por un rato paseo por la orilla del campo y por las calles del pueblo, hasta que se sintió insatisfecho. Desesperado, miro a su alrededor y vio que los calcinantes rayos del sol quemaban las flores de los jardines, así como el verde pasto. También se percató de que la sombrilla sobre su cabeza no protegía completamente su piel del ardiente sol que ahora le estaba causando graves quemaduras. Furioso, se levantó y dijo: -El sol es más poderoso que yo; ¡Oh, si tan solo yo fuera el sol! –
Enseguida, la voz del espíritu de la montaña le contesto: –¡He escuchado tu deseo, y el sol serás! -.
Y así fue. Instantáneamente, se convirtió en el sol. Se sintió tan orgulloso de su poder, que lanzo sus rayos hacia el cielo y hacia la tierra. Quemo los sembradíos en los campos y las caras de los ricos y los pobres, pero tampoco fue suficiente. Nuevamente el descontento invadió su alma, y cuando una nube cubrió su cara y oculto la tierra, él dijo lleno de rabia: – ¿Acaso la nube es más poderosa que yo porque puede mantener mis rayos cautivos? -. ¡Oh, si yo fuera una nube sería más poderosa que todos! -.
Otra vez, la voz del espíritu de la montaña le contesto: – ¡He escuchado tu deseo, y una nube serás! -.
Y así fue. Se convirtió en una nube, y se mantuvo quieta entre el sol y la tierra. Atrapo los rayos del sol, y para su deleite, los campos reverdecieron y brotaron cientos de hermosas y coloridas flores. Pero eso no fue suficiente para él. Por días derramo su lluvia a caudales hasta que los ríos se desbordaron, las cosechas se inundaron, y los pueblos se destruyeron por el grandioso poder de la lluvia. Lo único que sobrevivió, fue la montaña. La nube la miro sorprendido, y dijo maravillado: – ¿Acaso la montaña es más poderosa que yo?. ¡Oh, si yo fuera una montaña! -.
Nuevamente, el espíritu de la montaña le contesto: – ¡He escuchado tu deseo, y una montaña serás! -.
Y así fue. En un instante él se convirtió en una enorme y orgullosa montaña a la que ni el calor del sol podía quemar ni la fuerza de la lluvia podía destruir. -Esto es mejor que todo-, él pensó. Pero su felicidad no duro mucho tiempo. Un día escucho un ruido extraño a sus pies, y cuando miro hacia abajo, vio a un hombre viejo que se veía muy cansado, y que con sus afiladas herramientas estaba cortando piedra. Después, sintió un fuerte temblor y un gran pedazo de roca cayó al suelo, y dijo indignado: – ¿Acaso ese hombre viejo y cansado es más poderoso que yo?. ¡Oh, si tan solo yo fuera un hombre! -.
De nueva cuenta, el espíritu de la montaña lo escucho, y le contesto: – ¡He escuchado tu deseo, y un hombre nuevamente serás! –
Y así fue. En ese momento se convirtió en un hombre, y regreso a laborar como lo que era: Un pedrero. Todo volvió a ser como antes. Su casa era humilde, volvió a dormir sobre una cama de piedra, y su comida era escasa. Aprendió a estar satisfecho con su vida y ya no deseaba ser alguien más. Nunca volvió a pedir cosas que no tenía y que no necesitaba, ni deseo ser el más grande y poderoso de todos. Finalmente fue feliz. Eso le agrado al espíritu de la montaña, y fue a buscar a quien más ayudar.
¿Creen ustedes que lo encontrara?
AUTOR: CUENTO JAPONES
ADAPTADO POR: KIDSINCO
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